profesora guardería vietnamita

Una semana como profesora en una guardería vietnamita

Los niños -por norma general- son adorables. Los hay de todos tamaños y personalidades, como los mocos que llevan siempre pegados en la cara allá donde vayan. Suelen reír, aunque los hay que lloran interminablemente, cantar y bailar mucho, corretear entre tus piernas y sobre sí mismos como el Demonio de Tasmania, gritar -mucho- y soltar energía a cada paso que dan, sin que esta se les acabe nunca. Y a pesar de todo, me pareció buena idea hacerme profesora de inglés en no una, sino en dos guarderías vietnamitas. ¿Y por qué no? Vivir en Vietnam son todo ventajas. 

Están todos aquellos que quieren saltar en paracaídas, los que quieren viajar haciendo autostop y luego los que deciden meterse en una clase con 20 niños con los que no comparte el idioma “a ver qué pasa y cuánto aguantamos”. Por la anécdota. Es por eso que, para los que no se atrevan a meterse en el mundo de la docencia -a los cuales no juzgaré-, pero tienen curiosidad por este, aquí van anécdotas del día a día de una profesora novel en Vietnam.

El día a día de una profesora en Vietnam

Trabajar en una guardería en Vietnam es bastante particular. Es importante que sepáis de antemano con qué te puedes encontrar, por que seguro que no os lo esperáis.

  1. En una clase puedes tener 3 asistentes para que te ayuden (o ninguna, la suerte dirá). Su función es la de mandar callar y vigilar que no te digan groserías en vietnamita -aunque teniendo en cuenta que tienen cuatro años probablemente lo más fuerte que pueden decirme es que tengo nariz de patata, y será cierto-, pero lo normal es que dediquen la clase a hablar por teléfono y peinar a las niñas, siendo posible al final del día identificar a qué clase pertenece cada niña por el tipo de peinado que lleva, que además suelen ser muy elaborados.
  2. Los padres y sus opiniones mandan en las escuelas. Si no les gusta un profesor por cómo viste, habla o respira, en menos de un día lo cambiarán de clase o incluso lo echarán (los padres vietnamitas pueden ser más exigentes que los singapurenses). Además, hay cámaras de vídeo en las clases que los padres pueden ver en cualquier momento, así que ya puedes sonreír y tratar bien a todos los niños o el Gran Hermano se enterará.
  3. En las guarderías prácticamente todo el personal son mujeres, pero cuando se trata de profesores de inglés, la balanza está muy igualada. Prácticamente todos los inmigrantes jóvenes en Vietnam son profesores de inglés.
  4. No hay guarderías más bonitas y completas en todo el mundo que en Vietnam. Los recreos tienen piscina, toboganes -pero no de estos mediocres de parque de arena, sino de estos tubos como los del parque del Chikipark o el McDonalds-, piscina de bolas, huertos y un larguísimo etcétera. En cuanto a los interiores, tienen váteres con forma de cerdo o pingüino y hasta duchas donde las monitoras lavan a los niños diariamente. Otra cosa que destaca es el uso de purpurina en todas partes, lo que te hace terminar las clases con más purpurina que una drag queen el día del orgullo.

Los mejores alumnos del mundo

Creo que ha quedado más o menos claro cómo es estar en clase. Un día normal siendo profesora en Vietnam. Pero, ¿qué pasa con tus estudiantes? Pues que te encontrarás los alumnos más adorables de todo el continente.

  1. Para los alumnos no hay normas de etiqueta, así que en las aulas gobiernan los pijamas, los disfraces de Spiderman y los vestidos de princesa con corona incluida. ¡En Navidad encontramos hasta Papás y Mamás Noel!
  2. Los niños te van a hablar en vietnamita aunque sepan que no entiendes nada. Les vuelve locos que seas extranjero y les encanta hablar, y en algún idioma tendrán que hacerlo.
  3. Una de las cosas más adorables de los niños vietnamitas es que cuando preguntas quién quiere salir a la pizarra TODOS levantan la mano. Y en muchos casos el 90% de los alumnos no tienen ni idea de la respuesta, pero salir a la pizarra y coger la tiza los mata de la ilusión (y honestamente, ver tanta emoción a mí también).
  4. Las escuelas vietnamitas financian las fábricas de pegatinas de todo el mundo. Por cada cosa que hacen o dicen bien se les da una pegatina. Les encantan. Los hay que hasta las llevan en las orejas como si fueran pendientes.
  5. Gracioso es enseñarles el verbo “to eat” y al preguntarles qué comen respondan “perro”. No sabes si felicitarles por decirlo bien o regañarles por comer eso.
  6. ¿Y lo más divertido? La gran mayoría de los niños tienen nombres imposibles de pronunciar (y más aún recordar) para un europeo. Por eso, suelen ponerse nombre en inglés. A veces los eligen los profesores y a veces los propios niños. En ambos casos no tienen desperdicio y puedes hablar con “Strawberry”, “Lucky”, “One Direction”, “Justin Bieber” y hasta “Putin”.

Si aún no os he convencido para que busquéis trabajo como profesor en Vietnam de inglés (o cualquier otro país del sudeste), recomiendo a todas aquellas estrellas de rock frustradas que os animéis y os lancéis a haceros profesor. Al caminar por los pasillos no hay ni un niño que no se te tire encima gritando tu nombre o levante la manita para que le choques los cinco. Os va a costar encontrar un club de fans más fiel y entregado que este. De todos modos, ¡consultad las opiniones de otros profesores antes de coger un avión!

Aquí una servidora se marcha. Una pena, porque esto empezaba a ponerse divertido.

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