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Singapur y sus leyes: cómo no terminar en la cárcel

En cuanto aterrizas en Singapur, el país más pequeño de Asia, piensas que es de todo menos pequeño. 63 islas, 4 idiomas oficiales, más de 6 millones de habitantes (2 millones de los cuales son extranjeros) y más del doble de turistas por año (unos 14 millones) forman uno de los países que más rápido ha crecido en los últimos años. Pero no sólo ha crecido en número de población o en el PIB. La lista de leyes de Singapur, es cada vez más y más larga.

A cada paso que das por esa megaciudad escuchas un idioma distinto, ves un color de piel diferente y hueles un nuevo plato internacional que nunca antes habías probado. De hecho, para todos aquellos españoles que no confían en poder comer una buena paella fuera de Valencia o los italianos que no prueban pizza fuera de Italia, dadle una oportunidad a Singapur. Hay tantas comunidades de inmigrantes y una mezcla de culturas tan grande que es facilísimo encontrar un plato tailandés que sabe como si lo estuvieras comiendo en una callejuela perdida en el mismo Bangkok.

La explosión de culturas en este lado del sudeste asiático es tan grande que, para que la convivencia funcione lo mejor posible, el país se ha visto avasallado por cientos de normas de comportamiento y educación, todas y cada una de ellas debidamente señalizadas a lo largo y ancho de la ciudad en forma de señales, carteles y hasta vídeos. Admito que algunas son absurdas, aunque ya hemos visto que leyes absurdas hay en todos lados.

El transporte público en Singapur

Al llegar al aeropuerto -y alucinar, porque está considerado uno de los mejores del mundo-, lo primero que haces es coger el metro. Eso de por sí ya es interesante, porque empiezas a ver y entender cómo funciona todo en este país.

Está increíblemente limpio y las pantallas, en lugar de enseñarte la próxima parada, te enseñan vídeos animados en bucle donde detallan y explican todo lo que, bajo ningún concepto, debes hacer.

Lo primero es que, una vez entras, tienes que dejar salir antes de entrar (ésta seguro que ya te la sabías). Siempre tienes que poner tu mochila en el suelo, entre tus piernas, para dejar más espacio a las otras personas. Además, nada más entrar debes ir al final del vagón para dejar pasar a la gente en lugar de quedarte en la puerta. Más interesante que el hecho de que te recuerden estas normas sin parar es el hecho de que LAS RESPETAN. 

Ya dentro, si los asientos están ocupados, no puedes sentarte en el suelo. ¡Aguanta tus piernas rectas y firmes y espera de pie, vago! Y en el caso de que consigas sentarte y digas “mmm, me apetece comerme unas galletitas y beber un poco de agua”. pues también está prohibido. ¡Deja de picar entre horas! ¿Lo mejor de todo? Puedes jugártela e intentar comer sin que te pillen, pero si comes durian (una fruta apestosa muy popular en el sudeste) ya sí que vas a tener serios problemas. Esta fruta huele (y seamos honestos, sabe) tan mal, que incluso los caseros prohíben cocinarla en sus casas de alquiler y los hoteles no te dejan entrar con ella.

Por último, cuando el metro pare y la gente empiece a bajar, como buen ciudadano tienes que avisarles si se están olvidando una bolsa o algo en el asiento. Sí, eso también viene en los vídeos explicativos. 

Si sobreviviste al viaje en metro y lo hiciste todo bien, no te confíes, la ciudad no te va a dejar pasar ni una. Vas a sentir cientos de ojos juzgando todo lo que haces -o no- a cada paso que das, así que cuidadito.

Sigue leyendo no sea que la fastidies.

Las leyes de la calle

Por fin sales al aire libre, brilla el sol y todavía te quedan unas migas de ese bocadillo que no pudiste terminar en el metro. Pues bien, si quieres deshacerte de él, no se lo des a las palomas. En Singapur está prohibido alimentarlas (como en Tailandia) y hay carteles gigantes con palomas dentro de una señal de prohibido en todos los parques para que no se te olvide. Todo un problema para aquellas personas de la tercera edad que usan las palomas como pasatiempo número uno, pero tú de momento no deberías preocuparte.

Quizás tanta norma y tanta indicación están poniéndote un poco nervioso, ¡ni se te ocurra fumarte un cigarrillo! Es muy raro encontrar a gente paseando y fumando por la calle a la vez. No porque el tabaco sea caro -que también- sino porque no puede tirarse la ceniza en la calle. Es por eso que todas las papeleras tienen ceniceros en la parte superior y la gente fuma pegada a ellas. Tirar la ceniza al suelo está terminantemente prohibido y pueden multarte. ¡Imaginaros tirar la colilla!

“Está bien, evitamos fumar en la calle, no pasa nada, me voy a casa y me hago un porro”. ¿Pero tú qué te has creído? Singapur es uno de los países con la legislación antidroga más estricta. Si te consideran traficante -lo que implica llevar más de 200 gramos de hachís o 500 de cannabis- se te ejecuta. Pero tranquilo, que si son cantidades menores la pena es más suave, entre 20.000$ y diez años de prisión. Esto explica que sólo el 0,005% del país consume.

Creo que mejor, nos vamos

Lo entiendo, son muchos cambios de golpe y quizás ya quieras volver a casa. Camino a la parada del autobús, te recomiendo hacerlo por calles peatonales del centro de la ciudad, porque ¡están cubiertas! Resulta un poco artificial, pero útil cuando en el techo encuentras grandes ventiladores que te refrescan mientras paseas por un país donde el calor y la humedad apenas te dan tregua.

Y ya solo te falta subirte al autobús para regresar al aeropuerto, cruzar a Malasia o ir al puerto, tienes donde elegir. Eso sí, en los autobuses no hay cambio. Si quieres pagar con un billete, allá tú, pero nadie va a devolverte ni un céntimo. O pagas el precio exacto, o el cambio va para el conductor a modo de propina.

A medida que te alejes de la ciudad, irás viendo rascacielos cada vez más y más altos, de esos que parecen no tener fin y pasan de los 50 pisos. No, no es el área empresarial de Singapur, son las casas en las que viven todos los habitantes de la ciudad y por lo que se ha convertido en una de las que tiene más densidad de población del mundo.

Disfrutad Singapur, sed buenos y, sobre todo, ¡no fuméis!

Aquí una servidora se marcha. Una pena, porque esto empezaba a ponerse divertido.

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